DIARIO Online

Confíe en Dios y sonría (1ª parte)

Mucha gente anda desalentada, pesimista, permitiendo que sus problemas y circunstancias les hundan. Viven perturbadas, arrastrándose cada día, desde la mañana hasta la noche, sin sentir entusiasmo ni pasión por la vida.
Unos dicen: “Tengo demasiados problemas como para poder disfrutar la vida”.
Otros dicen: “La razón por la que estoy desanimada e infeliz es porque hay tantas cosas que me vienen en contra, todo el tiempo”.

Nuestras circunstancias pueden ser negativas y quizás haya muchas cosas que no salgan como lo deseamos, pero si aprendemos a confiar en Dios, podemos ser felices. Podemos vivir con entusiasmo a pesar de lo desfavorable en nuestras vidas.
Una de las claves está en Efesios 5:18: “Sed llenos del Espíritu”. Observe que uno no se llena del Espíritu Santo una sola vez y luego vive feliz para siempre. La Santa Biblia nos manda a llenarnos del Espíritu Santo, lo cual significa que lo hacemos una y otra vez. ¿Cómo lo hacemos?
El siguiente versículo nos lo dice: “Hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones”.
Entonces, la forma de mantener su vida llena de gozo, la forma de vencer las presiones de la vida es manteniendo un canto de alabanza en su corazón. A lo largo del día debiéramos cantar, si no en voz alta al menos en su interior, permitiendo que un canto de alabanza se repita en nuestras mentes. Quizás no cante en voz alta, sino que sencillamente expresa su gratitud a Dios. Hasta puede susurrar o silbar una melodía mientras trabaja. Pero a lo largo del día, cante con su corazón, diciéndole: “Señor, gracias por este día. Gracias porque estoy vivo y tengo salud”.
Al hacer esto está llenándose por dentro y Dios está renovando sus fuerzas; vuelva a llenarse de gozo y de paz. Las mismas cosas que tantas veces se agotan por causa del estrés, del desaliento y de los rigores cotidianos son las que Dios quiere renovarlas en su vida. Cuando entona continuamente una canción para Dios, puede volver a llenarse mucho más rápido de lo que le vacía la vida con el estrés, las tentaciones y las frustraciones. Así es como permanecemos llenos del Espíritu Santo.
Para estar llenos del Espíritu Santo implica que tenemos que formar el hábito de volver a llenarnos a lo largo del día y en especial en los días más difíciles.
Piense en su infancia, cuando alguien le daba un globo lleno de gas para su cumpleaños. Durante unos días, el globo seguía en lo alto, brillante y bello. Sostenido por el hilo y bailando con la brisa. Si soltábamos el hilo, el globo se iba, más alto. Pero si lo conservábamos, a los pocos días comenzaba a encogerse cada vez más, más débil. Cada día el globo bajaba un poco más hasta que por fin quedaba desinflado en el suelo. Sin vida ni atractivo, y por supuesto, habiendo perdido el potencial de poder ir más alto.
Irónicamente, lo único que tenemos que hacer es volver a inflar esos globos, dándoles un nuevo comienzo al llenarlos con gas otra vez. Si hacemos eso, un globo puede durar semanas y meses. Así somos usted y yo.

La mano de Dios en su vida diaria (2ª parte)



         Tiene que creer que Dios está trabajando en su vida y luego estar atento para ver cómo Su mano da forma a los sucesos. Tal vez un pasaje de las Escrituras se destaque un día mientras lee. Quizás sea un pajarito que aparezca en su jardín le haga recordar que Dios le está cuidando o vea el arco iris en el cielo, y entonces sabrá que ha llegado la hora de un nuevo comienzo. Dios nos da esas oportunidades de ver para edificar nuestra fe, para hacernos saber que sigue estando al mando y que trabaja tras bastidores.
        Aun en nuestros momentos de mayor oscuridad, Dios está obrando en nuestras vidas. Una pareja joven me hablaba de su hijita que ahora está en el cielo. A los tres años contrajo una enfermedad grave que la dejó confinada en la cama en tanto la muerte se acercaba día a día. Los padres estaban desesperados y sufrían mucho. Casi nunca se apartaban de su hijita en el hospital.
       Cerca del final, la niñita entraba y salía de estado de coma. Los padres sabían que estaban a punto de perderla. Pero justo antes de morir, sonrió y su semblante se veía más en paz que nunca. Dijo: “Mira mamita, mira papito. Jesús dice que está bien que me vaya ahora”. Cerró los ojos y expiró.
       Aun cuando no pensamos que podamos volver a sonreír, allí está Dios. Es el amigo que es más unido que un hermano. Tiene un nuevo comienzo para usted. La Biblia dice: “Por la noche durará el llanto, y a la mañana vendrá la alegría”.
       Atrévase a confiar en Dios hoy. Atrévase a creer que aun en su de-saliento y dolor, Dios está con usted. Él dijo que jamás le dejará ni le abandonará.
       No tiene por qué entenderlo ni resolverlo todo. No sabe lo que le depara el futuro. Pero por saber que Él tiene su futuro en sus manos, todo estará bien. Dios ha estado trabajando detrás de los bastidores en su vida durante años.
       No sé lo que Dios tiene reservado para mi futuro, pero me entusiasma. Siento más energía al andar cuando pienso que el Dios que creó los cielos y la tierra, que puso a las estrellas en su órbita en el espacio, se interesa tanto por usted y por mí y nos ama tanto que constantemente trabaja para nuestro bien. Saber que Dios es más grande que cualquier cosa que tenga que enfrentar, y saber que ya está providenciando soluciones a problemas que ni siquiera imagina, o que sucederán en diez o veinte años; tiene que aprender a confiar para disfrutar de la vida en este momento.
      Sean cuales sean sus circunstancias, buenas o malas, tiene que saber que Dios ya las conoce y que está trabajando para arreglar todo en su favor ahora y en el futuro.
     Aprenda a confiar en Él.
     Deje de preocuparse. Rechace todo lo que le dé indicio de frustración o impaciencia.
     Recuerde que cuando cree está activando su poder. Y recuerde que sólo porque no vea cómo sucede no significa que Dios no esté trabajando. ¿Por qué no renuncia al control y dice: “Dios, voy a confiar en ti. Sé que tienes un gran plan para mi vida”?
     Cuando lo haga, sentirá que se quita un enorme peso de encima, y no sólo disfrutará más de la vida sino que verá más las bendiciones y el favor de Dios.

La mano de Dios en su vida diaria (1ª parte)



       Confíe en Dios hasta para resolver las cosas más pequeñas de su vida. Hace unos meses al haberme enterado de algo bastante desalentador, que sería difícil de enfrentar, y que no sabía cuál sería el resultado, al principio sentí que debía de preocuparme y tratar de resolverlo. En momentos de estrés como ese, si no tenemos cuidado, podemos permitir que nuestras mentes imaginen un mundo de posibilidades horribles y súper negativas, y las voces negativas le dirán: “Vas a hundirte. No podrás pagar tus cuentas. Perderás tu casa. Estás arruinado”.
      Tal vez sienta un dolor y su mente se agite: “¡Ay, no! Es grave. Mejor voy a ver al médico”.
Cuando eso sucedió, pasaron algunos minutos y luego recibí un correo electrónico de una persona con quien no me había comunicado quizás en dos o tres años, y en su mensaje me decía: “Obispo, sigo orando por usted todos los días”.
      Pensé: Esto no es coincidencia. Es Dios que ordena mis pasos para que esté aquí justamente ahora, para que Él pueda alentarme. Es la forma en que Dios me dice: “Tranquilo, todo está bajo control. Todo saldrá bien. Sólo conserva tu paz. Descansa”.
      Si prestamos atención, podremos detectar la actividad de Dios y sabremos que nos está hablando, nos está guiando, está dirigiendo nuestros pasos.
      A lo largo de la vida, si somos sensibles y estamos atentos, veremos la mano de Dios aun en las cosas pequeñas. Es Dios quien nos hace saber que está trabajando detrás de los bastidores.
      Un amigo mío tenía lo que los médicos llaman cáncer terminal. No le daban ninguna esperanza. Pero un día su hijito de cuatro años entró en la habitación con su Biblia en la mano. La abrió y le dijo: “Papá, quiero que leas este versículo”. El niño todavía no sabía leer, así que no sabía qué cosa estaba señalando, pero cuando su papá leyó, la Palabra fue directa a su corazón. Era Juan 11.4, el pasaje donde Jesús dijo: “Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo del Hombre sea glorificado por ella”
     Mi amigo guardó esto en su corazón. Sentía que Dios le decía: “Sé por lo que estás pasando. He visto cada una de tus lágrimas. Quizás para ti no parezca posible pero recuerda que yo soy el Dios de lo imposible. Sigue creyendo. Sigue confiando, pues yo sigo controlando todas las cosas en tu vida”.
Estas pequeñas señales nos permiten espiar por detrás del telón, son señales que Dios nos da para fortalecer nuestra fe. Son recordatorios de que Él está trabajando en silencio. Nos toca creer y ser sensibles a su guía, nos toca estar atentos y ver cómo Él se mueve a favor de nosotros día a día. Si está sintonizado con Dios, pronto reconocerá que la mayoría de los casos no se trata simplemente de que se cruce con alguien. No es que uno esté solamente en el momento indicado en el lugar justo. Es que Dios ha estado dirigiendo sus pasos.