Cuando la persona está en una encrucijada, en un laberinto y sin salida, su carne siempre le muestra el camino de las aguas, una solución menos desgastante y que no exige tanto esfuerzo.
Fue lo que sucedió con Isaac, que estuvo a punto de perder su victoria, cuando decidió cambiar de país e ir hacia Egipto, porque allí había abundancia de todo.
Mientras tanto, hemos visto en la práctica que los lugares no cambian a las personas; ellas son las que cambian, o no, los lugares, dependiendo de lo que está en su interior (cabeza, mentalidad) y de lo que ellas muestren cuando toman una actitud de fe.
Entonces, en este momento Dios determinó que Isaac estuviera allí e invirtiera en EL, en Su poder y en Su promesa, y, con seguridad, él saldría de aquella situación, y así sucedió, pues:
“Y sembró Isaac en aquella tierra, y cosechó aquel año ciento por uno; y le bendijo el Señor.”, (Génesis 26:12).
¿Por qué Él deja evidencia de que sucedió en el mismo año?
Porque, con seguridad, Isaac plantó alguna cosa que, naturalmente, llevaba más de un año para dar fruto, pero por causa de la fe y de la confianza que manifestó en Dios, obedeciendo Su dirección, de permanecer en aquel lugar, él hizo que lo imposible se hiciera posible y cambió completamente su historia.
Con eso, entendemos que las personas necesitan cambiar de mentalidad y dirección a ser seguida, escuchando la Voz de Dios y no la del corazón.
¡Dios lo bendiga sobremanera!
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